el recibo del impuesto de la casa.
he de pagarlo, casi acaba el plazo.
voy al banco, se ha de pagar en ventanilla.
accedo por la puerta de seguridad, me pongo en la cola.
comienza el momento.
...
nada más entrar veo a dos personas, una de ellas está siendo atendida por el cajero, la otra espera impacientemente, a pocos palmos por detrás, como haciendo presión.
a mi tampoco me gusta hacer cola en un banco. 'paciencia' pensaba.
el hombre al que estaban atendiendo era un hombre alto, con el pelo moreno, de mediana edad, bien vestido, de espor se dice, hablaba por teléfono mientras el cajero le preparaba unos papeles, hablaba por teléfono en voz alta, muy alta diría yo, todos los allí presentes nos estábamos enterando de la convesación, seguía hablando mientras firmaba papeles y hacía indicaciones al cajero. Al parecer tenía una empresa, y este verano no había podido irse de vacaciones, 'me ha salido mucho trabajo' decía a su amigo, eso dicen todos. Estaba muy ocupado porque había tenido que despedir al chico que le ayudaba. No tuvo reparo en comentar esto mirando hacia la cola de gente que esperaba en voz alta, que ya eramos unas seis o siete personas, y seguía haciendo comentarios negativos sobre la persona que había tenido que despedir. Alardeaba de sus grandes gestiones, estaba faltando al respeto a esa persona, que no estaba presente, y también a los que allí estábamos. Debería dejar el teléfono y terminar su gestión, estabamos esperándole. Y mirándole, por supuesto.
Por allí pululaba también la chica del servicio de limpieza.
Pasaba el trapo por mesas con documentos importantes. Retiraba bolsas de papeleras, casi vacías. Miraba a la gente, uno por uno, sin prudencia. Tenía aspecto joven y esbelto, era rubia con el pelo largo recogido en una cola que movía ágilmente al girar la cabeza, dos grandes aros blancos colgaban de sus orejas, uniforme de rayas verdes. En el rato que llevaba yo dentro del banco ya habia pasado la mopa dos veces por el lugar donde estábamos nosotros.
Por fin termina este atareado señor.
El siguiente en la cola, un señor mayor, con pinta de jubilado apoderado, tras varios bufidos se acerca a la ventanilla y comienza a conversar con el cajero. Tenía una voz rasgada y aguda, como de cantaor flamenco, era llamativo.
'Ya me queda poco', pensé yo.
Tras varios minutos de conversación con el cajero, las personas que estaban detras de mi empezaban a quejarse en voz baja, especialmente un señor que estaba a mi izquierda, 'amoh hombre!' repetia de vez en cuando, estaba un poco nervioso, e intentaba contagiarme su nerviosismo mirandome y agitando la cabeza. Yo no le estaba correspondiendo, no quería ser cómplice de una quema de brujas. Debíamos tener paciencia.
Habían pasado ya unos diez minutos, el señor de la voz rasgada se empeñaba en convencer al cajero de hacer una gestión que al parecer había iniciado meses antes con una directora de sucursal que ya no trabajaba allí.
El señor de mi izquierda estaba muy nervioso, era un señor de mediana edad, con el pelo muy corto y castaño, gafas de avanzada graduación y aspecto sociable. Mientras esperaba su turno mantenía en las manos un papel en que tenía cosas escritas, era una hoja de libreta. Se había estado entreteniendo en arrancar los flecos de la hoja que quedan cuando la sacas de su espiral, estaba el suelo esparcido de papelitos blancos. Lo hacía sin darse cuenta, daba pasos de un lado a otro.
Yo si me di cuenta de lo del suelo, me hacía mucha gracia, sobre todo cuando apareció la chica de la limpieza con la fregona a rematar la faena y se encontro el suelo que acababa de limpiar otra vez sucio. Sin decir nada, y a paso estandar, en plan 'me da igual en quince minutos me voy' se retiró con la fregona para volver otra vez con la mopa. Mientras se iba, el señor nervioso se percató de lo de los papeles y empezó a darle pequeñas patadas con los pies, intentando ocultarlos, o esparcirlos. Me miró, se dio cuenta de que me había dado cuenta. Desde ese momento no volvio a quejarse y se estuvo muy callado.
El señor mayor que estaba siendo atendido todavía seguía hablando con el cajero y decidiendo qué hacer con su dinero, ya estabamos todos un poco cansados de esperarle. Esa voz rasgada se nos había implantado como música de fondo y se hacía un poco pesado. También nos estábamos enterando de casi todos sus comentarios.
Indiscreción por todos lados.
La chica de la limpieza volvio con la mopa, recogió los papelitos, durante un instante miró a su dueño con amenazantes ojos morenos pintados a raya, el hombre se cuadró, el mensaje estaba enviado y recibido.
Tras finalizar la limpieza con la fregona, la chica rubia terminó su jornada y salió, en ese momento entró un señor mayor por la puerta, con paso lento y cansado, de aspecto menudo, engordando la cola, y dijo al entrar la frase típica 'buenos días, quién es el último?' (odio esa frase), a lo que un joven que estaba detrás de mi respondió, creo que debido a la necesidad de romper el hielo, lo típico de 'pues usted!'. Esto generó una sonrisa general y todo tipo de comentarios y explicaciones que nos tuvo otros cinco minutos entretenidos. Mientras, el señor cansino del dinero, estaba a punto de acabar.
Algunos minutos antes, cuando el señor de los papeles estaba en pleno esparcimiento, éste había entablado conversación con otro señor, estuvieron hablando de los bancos, su dinero, la crisis, etc,... uno de ellos, se percató de algo ingenioso. La cristalera de la caja lucía un cartel que decía 'Oficina con sistema electrónico antirrobo'. 'Antirrobo?', decía uno de ellos, 'Antirrobo?', 'Y cuando roban ellos?', jaja, tuvo gracia, nunca me había dado cuenta.
Entre unas cosas y otras, mis intensos 25 minutos en el banco estaban acabando.
Por fin llegó mi turno, pago mi recibo, y salgo del banco.
Mis pensamientos vuelven a mi vida cotidiana.
iker gonzalez